En 2015 conversé con Mariana Rivera, una joven antropóloga de origen mexicano que ama tejer y contar historias visuales sobre lo que para ella y para otras mujeres tejedoras significa esta actividad.
Mariana produce cortometrajes que ha proyectado en en diferentes festivales a lo largo de Latinoamérica, incluyendo los EDOC en Quito, donde la conocí. Este es un resumen de aquella conversación. Pueden ver su trabajo audiovisual al final de este post. ¿Cómo aprendiste a tejer? Me dieron ganas de aprender cuando vi a una estudiante tejiendo afanosamente en la universidad. Siempre quise tener un traje de baño tejido, y por este deseo, tal vez un poco banal, me hice amiga de la estudiante tejedora para que me enseñara como me podía hacer uno. Poco a poco y sin darnos cuenta, se fueron juntando más mujeres a aquellos encuentros de tejido después de clases. Tejíamos y tejíamos, se volvió como una obsesión. Llegamos a ser un grupo de quince estudiantes que orgánicamente formamos un colectivo de tejedoras. Nuestro colectivo se llamaba Xico, que en Náhuatl significa ombligo. Esto fue en dos mil ocho. Xico tiene que ver con la vida y con la creación. Tejer era para nosotras dar vida a nuestros pensamientos y sentimientos. La vida se teje y forma gracias a este hilo que nace del ombligo. ¿Qué es para ti tejer? Tejer tiene que ver con la parte femenina y con las mujeres en general. En muchas culturas el telar es una forma de escritura y una forma en que las mujeres dan vida a sus pensamientos, a sus inquietudes y a sus formas de sentir. Lo que vives en un periodo determinado de tiempo se materializa en una pieza textil concreta. Tejer es constancia y creatividad, requiere que uno mismo vaya aprendiendo el lenguaje textil para después poder crear cosas nuevas. Tejer y regalar nuestros tejidos es ofrendar una parte de nosotras mismas. En muchas culturas los tejidos se regalan. Por ejemplo, cuando una mujer amuzga se casa, ella le teje una prenda a su esposo. Esto simbólicamente representa que ella le está regalando su fertilidad. ¿Cómo empezaste a encontrar estos significados en el tejer? Al principio fue intuitivo. Mientras aprendía a tejer en el colectivo, me di cuenta de que a parte de ser un encuentro con otros, había también un encuentro conmigo misma. Mientras tejía me abstraía, era un acto catártico, sanador y revelador. En esos momentos cobraba conciencia de muchas cosas, que en la vida normal y urbana, no me daba el tiempo para hacerlo. Para las otras mujeres del colectivo, tejer también les daba esa reflexividad y ese espacio para conversar con nosotras mismas. A partir de estos descubrimientos intuitivos, me empecé a involucrar más formalmente, y desde la antropología, a la investigación de los textiles tradicionales latinoamericanos. Estuve en Bolivia, donde hay una relación muy fuerte entre lo indígena y lo textil. Leí libros, conocí y entrevisté tejedores. Fue allí donde esas primeras intuiciones se materializaron. Los artesanos tejedores efectivamente hablaban de tejer como un acto de dar vida. ¿A qué otros lugares te ha llevado esta investigación sobre textiles? Viajé a Colombia donde conocí a la antropóloga Isabel González. Isabel había empezado hace seis años un proceso en temas de Tejido y Memoria, con mujeres que habían sido víctimas y sobrevivientes del conflicto armado en ese país. Estas mujeres habían vivido historias muy duras sin tener la oportunidad de hablar o sanar ese dolor. Encontraron en el acto de juntarse, un espacio para compartir sus vivencias y bordarlas como un acto de sanación. Bordaron tapices donde se contaban explícitamente cosas que por muchos años tuvieron guardadas. Las mujeres que fueron parte de estos costureros colectivos en diferentes comunidades de Colombia, se dieron cuenta de que el potencial narrativo que tiene el textil podía ser un arma política o de denuncia hacia sus historias. Estos tapices las visibilizaban en un contexto donde la mujer en medio de la violencia no tiene una voz. Al final del proceso se hizo un encuentro llamado Semana de la Memoria, donde muchas mujeres que eran parte de los costureros, se reunieron en Medellín para tejer un tapiz entre todas. Las historias se unían y entrelazaban. En ese encuentro me di cuenta nuevamente, que tejer tiene un potencial transformador muy grande. Volví a México muy inspirada de mi experiencia en Colombia. Vi que en en mi pais, que pasando por una situación política muy similar a la de Colombia, las mujeres indígenas tampoco tienen la oportunidad de expresarse públicamente. Son mujeres muy retraídas en su sentir, a las que no se les permite hablar de su feminidad y de sus vivencias. Me llamo mucho la atención una comunidad indígena amuzga llamada Xochistlahuaca en Guerrero. Esta comunidad aun conserva su lengua y su vestimenta muy arraigada a su cultura. Allí hay una larga tradición de telar de cintura y la mayoría de las mujeres viste a diario las prendas que ellas mismas tejen. Tuve la oportunidad de ir a Xochistlahuaca a impartir unos talleres a través de una universidad intercultural. Allí entre en contacto con la cooperativa textil La Flor de Xochistlahuaca, que es una de las cooperativas más antiguas de la comunidad. Las mujeres de esta cooperativa se estaban transformando a sí mismas a través del empoderamiento económico que les daba tener una tienda y salir a ferias a comercializar sus tejidos. El ser mujer se transformaba porque ya no necesitaban depender económicamente de los hombres. Ellas están eligiendo no casarse, y están dándole más importancia a su vida personal que a la visión tradicional de familia. Mucha historia del significado del telar y sus símbolos se ha perdido. A las mujeres de esta cultura se les entierra con sus huipiles (vestidos), y es muy difícil encontrar un registro de las narrativas textiles porque la tierra se ha ido comiendo la información. Siento que el textil al ser una forma narrativa, posiblemente fue prohibida a los pueblos indígenas durante la conquista española. Muchas de las técnicas se perdieron en la imposición de que ellas, las tejedoras, no pudieran seguir tejiendo la historia de sus pueblos. Incluso las mujeres cuentan que se les prohibía preguntar a sus madres y abuelas que significaban algunas figuras en el textil. Se fueron olvidando muchas cosas, pero eso no significa que ellas no puedan crear nuevos significados a través de lo que tejen. Pueden apropiarse de la técnica para darle nuevos significados. Con este afán, organicé un taller con las tejedoras en el que buscábamos crear nuevas narrativas textiles a partir de su historia oral, y de leyendas alrededor de las figuras en el tejido que todavía están vigentes. Cuéntame un poco de los vídeos que has creado sobre Tejer El primero es una foto narrativa que se llama Tejer Para No Olvidar. En este cortometraje buscaba contar mi historia de vida, por qué me volví tejedora, y que cambio en mí cuando empecé a tejer. Este vídeo lo mostraba antes de iniciar los talleres con las mujeres tejedoras amuzgas. Era mi forma de abrirme en mi subjetividad, y que ellas vieran que yo también soy una mujer más, con similares inquietudes a las de ellas. El segundo cortometraje se llama Escribiendo Sobre el Telar. Es un corto sobre un taller de Telar de Cintura que las mujeres amuzgas imparten a las niñas de su comunidad durante el verano. El vídeo muestra como es el proceso de aprendizaje, cual es el trabajo de la cooperativa textil, y de la importancia que tiene que las niñas aprendan este oficio. El último vídeo se llama Telares Sonoros. Me llamaba mucho la atención la sonoridad de la actividad de tejer y como los diferentes procesos del telar tienen un sonido. El aplanado del algodón suena como un tambor, el hilado suena como un trompo. Encontré una sonoridad que posiblemente las mujeres tejedoras nunca se habían puesto a escuchar. Este vídeo es un paisaje visual y sonoro donde quería mostrar como esta repetición de los procesos en el telar y sus sonidos, te conectan con otra parte cerebral, cognitiva y emocional. Para mí existe una manera de encarnar el conocimiento a través de la experiencia del cuerpo, que es nuestro primer territorio, desde el cual narramos y aprendemos. Pensando en el cuerpo como un eje central y lugar de aprendizaje, y en la cuestión sensitiva, empecé a escuchar cual es el proceso de tejer. Descubrí que el tejer no solamente es con las manos, o con los ojos, también es con el corazón, con el oído y con el tacto. Con la ayuda de mi compañero Josué Vergara grabamos los sonidos de los telares con diferentes micrófonos y luego grabamos a uno de los últimos violinistas tradicionales de la comunidad. Con él grabamos varios sones, y encontramos uno que tuviera una rítmica donde se pudieran insertar los sonidos del telar de una manera musical. Finalmente, grabamos a un poeta de la comunidad declamando un poema que habla sobre el telar. Mezclamos la música como base, luego la combinamos con los sonidos del telar, como si estuvieran tocando junto con el violinista y finalmente agregamos el poema en Amuzgo. Estoy terminando de editar otro corto donde cuento el viaje de tres meses que hice con Isabel González, del proyecto colombiano de Tejido y Memoria. Juntas hicimos una ruta en México mostrando el proyecto de costureros colectivos de las mujeres colombianas. En Xochistlahuaca hicimos un intercambio de cartas bordadas entre las mujeres colombianas y mexicanas. La idea de este nuevo vídeo es mostrar el intercambio y el impacto que el proyecto colombiano tuvo en México. tejerparanoolvidar from Mariana Rivera García on Vimeo. Telares Sonoros from Mariana Rivera García on Vimeo.
Mariana encontró en tejer una forma de contar su historia, y en el cine la manera de comunicar la historia de muchas otras mujeres tejedoras, que ven en esta actividad una forma de expresión, de terapia y de conexión con lo femenino y con la memoria.
Puedes conocer más del trabajo de Mariana aquí: https://vimeo.com/user16146171 http://marianaxrg.wixsite.com/militantesdehilo
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Los tintes naturales de vienen de plantas, algunos invertebrados o minerales. Por motivos de accesibilidad la mayoría vienen de plantas. Se usan raíces, frutos, hojas y cortezas. Además se puede extraer tintes naturales de algunos hongos y líquenes.
Los primeros rastros de uso de tintes naturales se encontraron en China en el año 2600 A.C.. Después en Egipto en la tumba del Rey Tutankhamon se encontraron pigmentos de colores. Más adelante, Alejandro Magno mencionaba vestimenta de color púrpura en el año 541 A.C. Algunos de los tintes naturales eran considerados un lujo por la dificultad de obtener el material para producirlos. El color púrpura, por ejemplo, se lo extraía de un molusco y era muy complejo de obtener. Se estimaba que se necesitaba 8.500 moluscos para producir un gramo del tinte. Por la complejidad de la creación del tinte, su precio era más alto que el oro. En la era actual la industria de la moda utiliza tintes sintéticos en procesos de producción masiva que contaminan el medio ambiente. De acuerdo con un reporte de la Universidad de Cambridge, en el proceso de tinturar una camiseta promedio se usarían entre 16 y 20 litros de agua. El 80% del tinte se queda en la camiseta mientras que el resto es desechado. La industria global de textiles desecha entre 40.000 y 50.000 toneladas de tintes en el sistema de agua. En Europa desechan 200.000 toneladas anuales de sal. En las últimas décadas la industria de los tintes sintéticos ha intentado mejorar las condiciones de salud, seguridad y medio ambiente para reducir el impacto negativo. Sin embargo, todavía existen compañías que trabajan con tintes cancerígenos que no solo perjudican a sus trabajadores, sino también a los clientes finales. Tenemos ante nosotros una crisis a raíz de la producción masiva de ropa y el consumo a costa de el medio ambiente y de los empleados textiles, que no solo están bajo condiciones de trabajo muy malas, sino que sus vidas corren riesgo al estar en contacto con fibras y tintes tóxicos. Depende de todos nosotros cambiar esta realidad. Apoyemos a los diseñadores y a los artesanos locales que trabajan con tintes naturales para cuidar el medio ambiente y sobre todo terminar con las cadenas injustas de producción. Related Links: http://www.quilthistory.com/dye.htm http://www.straw.com/sig/dyehist.html El tocte además de ser una nuez deliciosa puede ser un ingrediente muy maravilloso para teñir telas. Si tienen en su barrio un árbol de nogal ya saben que pueden hacer con sus frutos. Algunas personas con arboles de nogal han optado por donarnos toctes y para que tinturemos lana con ellos. Para algunos vecinos de Quito los toctes son una molestia, caen todo el tiempo, manchan el piso pero que para nosotros son oro. Queremos compartir con ustedes algunas de las fotos que registramos de este proceso de tintura. El tocte cae del árbol cubierto con una cáscara y es necesario pelarlo para iniciar el proceso. La nuez interior puede ser secada y almacenada para su consumo posterior. La pulpa del Tocte se guarda y deja fermentar. Este es uno de los posibles métodos de tintura que aunque no huele muy bien, es muy efectivo. Después de varios procesos, lavadas y ebulliciones vemos que la lana ya toma el color café que esperábamos. Aquí pueden ver la aplicación del tinte en los tejidos que pronto serán un nuevo producto de Suspiro.
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January 2017
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